lunes, 29 de abril de 2019
COSMOVISIÓN
Para el hombre de los Andes, desde el comienzo existieron seres espirituales de naturaleza maligna, que no eran odiados sino respetados. Este es el caso de Supay, quien era un pequeño dios solitario y destructor, al que rendían cultos temerosos porque desde sus alforjas derramaba la inmensa variedad de males que conoce el mundo.
Cuando los españoles llegaron con su diablo, éste le preguntó a Supay: ''¿Quién eres?'' ''¿Supay... y tú quién eres?''. ''Yo soy Satanás''. Una vez vencidos los indios, Satanás invitó a Supay a irse con él para que le enseñara muchas cosas, pero Supay no quiso y prefirió quedarse con los indios, huyendo para esconderse en las quiebras de las montañas.
Supay sólo reaparece para ayudar a sus antiguas víctimas, a cuidar a las llamas, de las vacas, de los asnos cuando están en peligro. Supay es quien libra a los indios de las enfermedades, quien enjuaga sus lágrimas. Es quien ayuda a los mineros''.
Al identificarse la mina con la imagen de la Virgen del Socavón se produce un extraño sincretismo, surgiendo la danza de la diablada, mezcla de ángeles y demonios que coexisten en una continua lucha donde se hacen sutiles y difusas las líneas que diferencian el bien y el mal.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario